viernes, 15 de marzo de 2013

El espejo


      ¿Cuántas veces te has visto al espejo y te ha gustado realmente lo que ves?
      Esta pregunta me la hice a mí misma el día de hoy. Cuando me desperté, lo primero que hice fue dar gracias por un día más, me levanté de muy buen humor, fui al baño, tomé una ducha rápida y justo después comenzó todo.
      Me vi en el espejo del lavabo y ahí estaba, delante de mí, en todo su esplendor, orgulloso de hacerse notar a tan temprana hora de la mañana: un grano en la barbilla y no cualquier granito invisible. ¡No! Este estaba justo en medio, como si delicadamente se hubiera medido mi cara y decidiera postrarse ahí, como para hacerse notar y saludar a todo el mundo, antes que yo. Lo toqué y dolió un poco. Me puse un poco de crema y lo dejé ahí. Pensé: “bueno mañana desaparecerá”, sonreí y lavé mis dientes.
      Supuse que eso sería todo lo que pasaría esa mañana, pero ¡ah! ¡Qué equivocada estaba! Después de lavarme los dientes, lo que seguía era arreglarme el cabello, y ¡créanme! Lo hubiera hecho… si se hubiera dejado.  Estaba decidido a quedarse así. Lo mojé un poco, lo estiré, le puse pasadores, pero no, no me quiso hacer caso y no se acomodó bien y terminé con esa onda fea, en la parte de enfrente, que no se quita. Decidí dejarlo tranquilo y pensé: “mugre cabello feo, ni modo así me lo voy a dejar”.
      Era momento de vestirme… como todos los días me puse unos jeans, solo que estos pantalones no se me veían bien, intenté con otros diferentes, pero me quedaban muy flojos o muy apretados, o muy cortos o muy largos, total después de varios intentos me puse los primeros que había agarrado desde el principio y pensé: “si estuviera más delgada todo se me vería mejor”.
      Y está de más explicar lo de la blusa. Los brazos se me veían gordos; se me salía la panza, me apretaba. No me gustaba el color.
      Me vestí, porque tenía que salir vestida, pero estoy segura que pude haber estado media hora o más cambiándome y viendo lo horrible que se me veía el resto de mi ropa.
      Conforme pasó el día nadie notó mi horrible grano, lo feo de mi cabello o mis brazos gordos.
      Vi a varias chicas que se retocaban el maquillaje y yo ni me atreví a verme, al verlas a ellas pensaba: “que fea me veo”, pero parecían no notar que me veía fea.
      Quizá a ti también te ha pasado que te sentiste como yo; y probablemente te pasó como a mí, nadie notó que me veía gorda, que mi cabello estaba feo o que mis brazos son gordos.
      A veces somos muy severos con nosotros mismos, pero debemos saber que nuestra belleza no solo radica en lo que vemos en el espejo.
      Ama con sinceridad la persona que hay en ti, ama tu cuerpo y tu personalidad, confía en ti.
      Si mañana te ves en el espejo y notas un granito en tu cara o tu cabello no se acomoda, sonríe, acéptalo y acéptate; reconócete y vive contento de ser como eres. Recuerda que eres un ser perfecto, único e irrepetible; y sobretodo no escuches, ni le creas a la imagen engañosa que observas en el reflejo.
       “Amarse a sí mismo es reconocerse y elogiarse verbalmente. Es aprobar totalmente las propias acciones. Estar seguro de las propias habilidades. Amar el propio cuerpo y admirar la propia belleza.” Sondra Ray

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